¿Donde nos metemos?

Es evidente que esa decisión no se toma de forma espontánea y se medita, pero no estará de más que nos hagamos algunos planteamientos.

  • ¿Disponemos de recursos mínimos para poder llevar a buen término el proyecto? Pueden ser del centro, del aula, del Departamento..., pero habrá que preparar lo necesario, como en cualquier actividad.

  • ¿La participación en este proyecto ayudará a mis estudiantes a aprender contenidos educativos relevantes y apropiados a mi currículum?

  • ¿La participación en este proyecto requiere que mis estudiantes utilicen procesos educativos relevantes y apropiados a mi currículum?

  • ¿La participación en este proyecto requiere un uso de Internet que reporta una ventaja con respecto al uso de herramientas tradicionales?

Sólo una respuesta afirmativa a estas preguntas nos debería motivar para continuar con el proceso de elaboración o asociación al proyecto colaborativo. Para ello deberemos hacernos una idea muy clara o, si somos los organizadores, dejar muy claro:

  • En qué consiste la actividad.

  • Los objetivos que se persiguen.

  • Los medios de comunicación y sus requerimientos.

  • Las competencias básicas necesarias como punto de partida.

  • Alumnado destinatario de la actividad (edad, nivel competencial, idioma, lugar de residencia...)

  • Los productos finales que se espera conseguir han de quedar definidos en la convocatoria para que todos sepamos qué se pretende conseguir.

  • Temporalización de las actividades y su influencia en la programación.

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